viernes, 20 de noviembre de 2009

Contra LA VIDA y contra LA MUJER: EL ABORTO

Hay puntos que los defensores del aborto (que acaban de anotarse una victoria en Ciudad de Mexico) evitan discutir a toda costa por su importancia capital. El principal es el reconocimiento de la vida humana desde el momento de la concepción con el cual el debate sobre el aborto quedaría prácticamente zanjado, pues desde la ciencia misma hay argumentos suficientes para considerar al óvulo fecundado como ser humano y, por tanto, sujeto de derecho comenzando por el principal que precede a todos los demás: el derecho a la vida. Sin embargo el activismo pro-elección no solamente procura que se ignoren estos temas cruciales deslegitimando a sus defensores con argumentos ad hominem y ridiculizando sus posturas, sino que desvian la atención hacia afuera recurriendo a especulaciones estadísticas y clamores de justicia para disfrazar sus pretensiones bajo la muy conveniente y vendedora máscara de la defensa de la mujer.

Hay una visión economicista -malthusiana- que está presente en el tema de la "justicia" para la mujer y en toda propuesta que proponga métodos de control para reducir o atenuar la ocurrencia de ciertos fenómenos sociales en el corto plazo, tal como sucede en las políticas de salud reproductiva: no se trata de combatir las lacras en su raíz para acabarlas, sino de aliviar sus efectos de tal manera que se evite la reproducción del problema ("menos pobres menos pobreza"). Dicho de otra forma, se trata de la aplicación de parches.

Es lo que claramente sucede con las campañas de difusión del uso de preservativos y métodos anticonceptivos que han atenuado los riesgos e inconvenientes del acto sexual pero que, sin embargo, también han reducido su carga de responsabilidad, propiciando una edad de iniciacion sexual más baja e incrementando el tamaño de las poblaciones de riesgo. De esta forma se evidencia no solamente que los parches apenas pueden contener el problema, sino que se requieren de otros parches para aliviar otras dificultades generadas o exacerbadas por la aplicación de tales soluciones superficiales.

"Gracias" a esta falsa economía los problemas que afectan a la mujer crecen en lugar de siquiera mantenerse estables. Su cara más terrible es el aumento de la violencia contra la mujer que se da incluso en los países de la Comunidad Europea. Al igual que con los embarazos no deseados, estas situaciones son producto de haber desatendido sus causas primigenias y optado por soluciones inmediatas que terminan alimentando el problema. Por cada mujer que resulta embarazada producto de un abuso o falta de precaución, hay un "hombre" (si se le puede llamar hombre) que es prácticamente ayudado a eludir su responsabilidad. Una "bajada" legal o ilegal funciona exactamente como el semáforo que cambia de rojo a verde.

De esta forma el aborto se convierte en una medida superflua toda vez que no resuelve ni la irresponsabilidad ni el abuso que originaron el embarazo y que pueden manifestarse en otro tipo de atentado contra la mujer.

Sólo la falsa economía puede justificar el aborto previa negación del derecho a la vida del no nacido y de toda posibilidad de desarrollo o bienestar para los hijos no deseados. No es difícil ver qué puertas abre esta parametrización de la condición humana, pues con los mismos criterios empleados para negar la humanidad del embrión se puede condenar a cualquier ser humano incapaz de valerse o decidir por sí mismo o cuya vida sea considerada inviable: ¿Para qué traer al mundo a alguien que va a sufrir? Aquellos colectivistas que en otras ocasiones monopolizan la opinión pública clamando por la imposición de redes de solidaridad y responsabilidad social, se transforman inmediatamente (oh sorpresa!) en individualistas cuando se trata de la madre soltera o el menor abandonado.

Tal es la inmoralidad del aborto que ni siquiera se le puede comparar a la pena de muerte. Esta última es entendida -en democracia- no como derecho, sino como un deber grave del estado por el bienestar de sus ciudadanos. Incluso apela a un principio de proporcionalidad que de ninguna forma está presente en el aborto, ni siquiera en el caso terapeútico donde la humanidad del embrión o feto se minimiza hasta la nulidad.

Por donde se le mire, el aborto es una arbitrariedad cuya consagración como derecho atenta contra la vida y contra la mujer. No solamente se trata de una economía perversa sino que, como toda medida cortoplacista en lo social, traerá más problemas de los que solucione. Esta realidad patente está siendo minimizada y ocultada para evitar toda discusión racional que pueda conducir al descarte de estas y otras propuestas de control poblacional. Detrás no hay interés alguno por la persona y su humanidad, sino interés político por parte de grupos y organizaciones que ven en la defensa de la vida un obstáculo para sus proyectos liberticidas.

Fuente: http://raton-en-la-luna.blogspot.co

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